Argentina apuesta de lleno a su producción ante los menores costos que tendría para la generación verde.
Cómo es el negocio del hidrógeno [verde] y por qué Argentina es una plaza clave
Argentina apuesta de lleno a su producción ante los menores costos que tendría para la generación verde. Para qué se lo usa y cuál es su rol en la lucha contra el cambio climático. Cómo podrían impactar la aplicación de retenciones a las exportaciones.
Por Victoria Terzaghi
[NOTA: Este artículo fue escrito por Victoria Terzaghi, editora del suplemento Energía On del Diario Río Negro (Argentina), en el marco de la Primera Capacitación para la prensa sobre hidrógeno verde de H2LAC. Este artículo fue publicado originalmente en el Diario Río Negro y es republicado en H2LAC con permiso del mismo. Esta versión contiene algunas mínimas modificaciones realizadas por el equipo editor de H2LAC.]
A fines del año pasado gran parte de los argentinos se sorprendió ante una potencial inversión extranjera en Río Negro, en parte porque podría llegar a los US$ 8.400 millones, pero sobre todo por tratarse de la producción de hidrógeno verde. Seis meses después, el debate en torno a los proyectos, emplazamientos y regulaciones sigue a toda popa, pero aún son muchos quienes desconocen cómo es el mercado del hidrógeno y por qué Argentina apuesta a meterse de lleno en su producción.
Para comenzar a comprender vale señalar que el hidrógeno es un elemento que se encuentra en la naturaleza, como en el agua, pero junto a otros elementos de los cuales hay que separarlo utilizando energía. Esto es precisamente la producción del hidrógeno.
Pese a que pueda parecer nuevo, el hidrógeno tiene actualmente un mercado. A nivel mundial en 2020 se consumieron cerca de 90 millones de toneladas, principalmente en procesos industriales y refinerías.
Pero apenas el 1,8% de ese hidrógeno fue verde, el color al que aspira a producir Argentina y en donde está la gran clave del crecimiento que se espera del mercado.
Esto se debe a que existen al menos ocho colores de hidrógeno que marcan cómo fue su proceso de producción.
Los colores del hidrógeno
Resumidamente se encuentra el hidrógeno marrón que es el producido a partir de una gasificación realizada con carbón.
Si se utiliza gas natural para separar los elementos se puede obtener hidrógeno turquesa si se trata de un proceso de pirólisis, gris si se realiza por medio de un proceso de reformación catalítica, y azul si además a ese proceso catalítico se le suma una captura de las emisiones de carbono.
El hidrógeno blanco se genera como subproducto de procesos industriales, mientras que si se utiliza electrolizadores para separar las moléculas del agua se pueden obtener tres colores más de hidrógeno.
Se trata de amarillo cuando la energía eléctrica inyectada en el electrolizador proviene de la red eléctrica general, sin discriminar origen; rosado si el proceso se hace con energía nuclear; o finalmente verde, si la energía eléctrica utilizada proviene de fuentes renovables.
Pese a este abanico de colores, en 2020 el 96% de la producción de hidrógeno se realizó con hidrocarburos o incluso carbón, elementos que generan una huella de carbono negativa y no ayudan a la lucha contra el cambio climático.
Perspectivas de crecimiento
La apuesta al desarrollo del hidrógeno, y en especial en sus variantes con menos carbono, está en una marcada proyección de crecimiento en pocos años. Y este es el foco al que apunta Argentina.
De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía (IEA por su sigla en inglés), el mercado del hidrógeno podría crecer a pasos agigantados en los próximos años para llegar a un consumo de más de 200 millones de toneladas en 2030, es decir más que duplicarse en una década.
Los cálculos del organismo indican que para 2040 el consumo de hidrógeno podría llegar a 400 millones de toneladas e incluso podría superar los 500 millones de toneladas en 2050.
Esto implica un mercado con un enorme potencial que podría pasar de la representación que marca que hoy apenas el 0,1% de energía que se consume en el mundo corresponde al hidrógeno, a nada menos que más del 10% de la energía consumida en 2050.
Detrás de tal salto no solo hay claramente la posibilidad de crear miles de empleos y de aprovechar un mar de inversiones latentes que hoy a nivel mundial se estiman en 500.000 millones de dólares.
El eje articulador de este cambio está en realidad en una meta compartida por todos los países, como es la lucha contra el cambio climático que a veces parece lejano pero el año pasado significó la pérdida de 11,1 millones de hectáreas de bosques tropicales, el equivalente a 14.400 canchas de fútbol o dos tercios de la superficie de Uruguay.
La meta de frenar la disparada de la temperatura global tiene una vía de apoyo en el hidrógeno no solo verde, sino en general en todas sus variables bajas en carbono. Pero como todo game changer del mercado energético, el hidrógeno tiene su talón de Aquiles en algo más simple, como es su costo.
Según precisó el asesor técnico del programa de Energías Renovables 4e de GIZ Chile, José Fuster, actualmente un kilo de hidrógeno verde tiene un costo que va de 5 a 10 dólares, en función de la escala y ubicación del desarrollo.
Este valor no solo contrasta contra el hermano más contaminante del hidrógeno verde, que es el hidrógeno gris elaborado a partir de gas sin captura de emisiones que va de los 1,5 a 3 dólares por kilo. Sino que es aún mucho más costoso ante otros energéticos tradicionales como los de hidrocarburos, ya que con un kilo de hidrógeno un camión puede recorrer 15 kilómetros.
Las zonas calientes para el hidrógeno verde
La apuesta de Argentina, y de varios países más de América Latina, radica en la posibilidad de lograr que el valor del hidrógeno limpio baje considerablemente a raíz de la excelencia de las fuentes de generación de energías renovables a partir de las cuales se elabora el hidrógeno verde.
De acuerdo a un mapa global realizado también por la IEA existen un puñado de países del mundo que tienen las mejores condiciones para poder producir hidrógeno verde a un costo realmente bajo que lo torne competitivo e impulse su consumo.
La clave de esas zonas marcadas en tonos rojos está en la unión de dos factores: altos rendimientos de las energías renovables que permitirían su producción a menor costo y acceso a fuentes de agua abundante para poder realizar la electrólisis.
En este mapa de candidatos al trono del hidrógeno verde, Argentina tiene tres áreas claramente identificada con altos potenciales, una entre el sur bonaerense y Río Negro, que es precisamente donde se emplaza el proyecto de la firma Fortescue.
Otra zona corresponde a Tierra del Fuego en donde la firma MMEX ya anunció también un proyecto de 500 millones de dólares para la producción de hidrógeno verde. En tanto que la tercera, y con mayor potencial, es el noroeste argentino (NOA), aunque en este caso el punto clave es el acceso al agua.
De acuerdo al mapeado, en estos puntos el kilógramo de hidrógeno podría tener un costo de producción de entre 1,2 y 1,6 dólares, muy por debajo de los 5 dólares que hoy tiene como valor mínimo.
Pero Argentina no es el único país con buenas condiciones, de hecho Chile tiene áreas señaladas con mejores perspectivas aún, como es el norte del país que podría tener un costo de producción de apenas 1 dólares. En tanto que a nivel mundial se suman otros puntos en el tope de potencialidades como son el oeste de México y el noreste de India.
Durante una capacitación dictada por el H2LAC de la que Energía On participó, el referente del Banco Mundial, Rafael Ben, advirtió que la clave para el éxito del hidrógeno “está en lograr bajar aún más sus costos”. Un punto en el que desde el mismo organismo, Carolina López Rocha, resaltó el rol de los incentivos fiscales que cada país pueda aplicar.
Precisamente, en el caso del proyecto que se busca materializar en Tierra del Fuego uno de los atractivos es que esa provincia cuenta ya con una amplia Zona Franca. Un punto que desde el gobierno de Río Negro también se apura para que pueda abarcar al proyecto de la firma Fortescue en la zona de Sierra Grande.
Días atrás, y antes de dejar el cargo, el entonces ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas, indicó en diálogo con Energía On que el gobierno analiza aplicarle retenciones a las exportaciones de hidrógeno verde, a pesar de que aún no se inició la producción.
La medida va no solo en contra de esta recomendación global de reducir al máximo el costo para permitir que ese crecimiento potencial de mercados finalmente se de. Sino que a la vista de las regulaciones y medidas que se vienen adoptando en los vecinos países, contrasta que el Estado argentino cobre retenciones, mientras otros países le otorgan subsidios.
El hidrógeno, en especial verde, tiene además una suerte de mercado paralelo por delante, que es el de los certificados verdes, tan buscados por grandes empresas para compensar sus emisiones contaminantes en otras industrias.
El desarrollo del hidrógeno verde y sus carriers en Argentina cuenta con las ventajas de que la naturaleza marcó, de buenas energías renovables y acceso al agua. El éxito o no de estos desarrollos dependerá ahora de las medidas que se tomen desde los gobiernos.
Cómo se utiliza y cuáles son los mercados con más potencial
El hidrógeno hoy es utilizado fundamentalmente en síntesis de amoníaco, en las refinerías y en la producción de metanol, pero tiene una gran versatilidad de usos por delante, aunque por costos ya se descarta su uso como combustible para el transporte liviano.
A grandes rasgos los usos y por ende el mercado del hidrógeno se divide en tres grupos: como fuente de electrificación directa, para la movilidad eléctrica, y de forma indirecta al transformarlo por ejemplo en amoníaco o metanol.
Así se puede utilizar en la industria, ya sea para la fabricación de acero, metanol o cemento, entre otros. En el transporte, en especial para la aviación, los buques y el transporte de cargas pesado. En la industria química como materia prima. En el sector eléctrico, y como fuente de calor.
Dentro del abanico de lo que se define como “power to x”, es decir como fuente de poder, se puede usar para la producción de gas sintético, de combustibles líquidos sintéticos y de amoníaco que tiene una gran versatilidad por su uso como fertilizante pero también como agente de transporte o carrier para otros usos.
Por sus características transportar hidrógeno en estado natural no solo es complejo incluso utilizando gasoductos, sino que por ejemplo para exportarlo en barcos requiere dos veces y media más espacio que el GNL.
Es por esto que de cara al mercado exportador, como es el caso de Argentina, la mejor opción en estos días es a través de un carrier, transformando el hidrógeno en especial en amoníaco que reduce su tamaño y brinda mayor seguridad en su traslado.
Esta es la forma que precisamente buscan aplicar tanto los proyectos de Fortescue como de MMEX.
Imagen: ©GIZ
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